MOTOR DE COMBUSTIÓN
INTERNA
La invención se puede
remontar a dos italianos: el padre Eugenio Barsanti, un sacerdote escolapio, y Felice Matteucci,
ingeniero hidráulico y mecánico, que ya en 1853 detallaron documentos de
operación y construcción y patentes pendientes en varios países europeos como
Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania.
Los primeros prototipos
carecían de la fase de compresión; es decir, la fase de succión terminaba
prematuramente con el cierre de la válvula de admisión antes de que el pistón
llegase a la mitad, lo que provocaba que la chispa que generaba la combustión que
empuja la carrera del pistón fuese débil. Como consecuencia el funcionamiento
de estos primeros motores era deficiente. Fue la fase de compresión la que dio
una eficiencia significativa al motor de combustión interna, que lograría el
reemplazo definitivo de los motores a vapor e impulsaría el desarrollo de
los automóviles, ya que lograba desarrollar
una potencia igual o mayor en dimensiones considerablemente mucho más
reducidas.
Las primeras
aplicaciones prácticas de los motores de combustión interna fueron los motores
fuera de borda. Esto fue debido a que el principal impedimento para la
aplicación práctica del motor de combustión interna en vehículos terrestres era
el hecho de que, a diferencia de la máquina de vapor, no podía comenzar desde
parado. Los motores marinos no sufren este problema, ya que las hélices están
libres de un momento de inercia significativo.
El motor tal como lo
conocemos hoy fue desarrollado por el alemán Nikolaus Otto, quien en 1886 patentó el diseño de un motor de
combustión interna a cuatro tiempos, basado en
los estudios del inventor francés Alphonse Beau de Rochas de
1862, que a su vez se basó en el modelo de combustión interna de Barsanti y
Matteucci.
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